Viaje al corazón del brote del virus de Marburgo en Ruanda: una mina de estaño y 10.000 murciélagos
Los animales portadores de la enfermedad habitan zonas mineras y contagian a los trabajadores en una región asediada por conflictos relacionados con la extracción de materiales

Bajando por un camino abierto en la montaña que conecta los diferentes túneles de una mina de estaño situada a unos 20 minutos en coche desde Kigali, la capital de Ruanda, Dominique Kayr, responsable de seguridad, avisa con tranquilidad: “No toquéis esto, cuidado”. Es una pequeña mancha blanquecina en la barandilla. Podría ser, y seguramente lo es, una marca de las heces de uno de los 10.000 murciélagos que viven dentro de esta mina. Durante el día duermen todos en el túnel número 12, pero hacia las seis de la tarde, cuando cae el sol, salen volando para su actividad nocturna. Kayr sigue bajando como si nada, como si estos mamíferos, que son portadores del virus de Marburgo, no fueran los responsables del último brote de esta fiebre que tiene una sintomatología parecida al ébola, y que Ruanda sufrió el año pasado con un saldo de 66 contagios y 15 muertes, es decir, con una mortalidad del 23%.