Y Sánchez dijo no a Puigdemont
El Gobierno se niega en redondo a la cuestión de confianza, el problema es qué ofrecer a cambio a Junts
Tras año y medio tragando sapos, arrostrando la impopularidad de la amnistía, encajando en silencio imprevistas emboscadas parlamentarias, Pedro Sánchez le ha marcado una línea roja a Carles Puigdemont. El presidente no va a pasar por el aro de someterse a una cuestión de confianza en el Congreso, vista como una especie de humillación pública para Sánchez, aseguran en el Gobierno y en las dos formaciones que lo integran. Ni siquiera a través de un sucedáneo como el pretendido por Junts con una proposición no de ley para que sea la Cámara la que exija al jefe del Ejecutivo dar ese paso que, según la Constitución, solo le corresponde al presidente. Las relaciones entre el Gobierno y Junts han quedado congeladas, a la espera de una nueva reunión en Suiza cuya fecha aún no han propuesto los independentistas. El Ejecutivo se lo ha tomado con calma y resignación. Los órdagos del expresident empiezan a formar parte de la rutina.